La migración es humana

Departamento Académico de Derecho
Martes 25 de febrero de 2020
20:30h

Constantemente asociamos la migración a números y estadísticas. Las notas periodísticas sobre este fenómeno suelen concentrarse en número de: arribos, detenciones, agresiones, deportaciones y cruces. Pareciera que lo que llama la atención sobre la migración es la cantidad de personas que pudieran ingresar, invadir, sumarse a grupos delictivos o, simplemente, quedarse en nuestro país. Esas nociones peyorativas son las que una gran parte de la población asocia a la migración. Tal como si no todos tuviéramos un algún tinte de migración en nuestro lienzo familiar; como si este fenómeno no estuviese intrínsicamente ligado a la historia de nuestra especia; como si la migración fueran sólo cifras y careciera de un rostro humano.



Las acciones que ha instrumentado recientemente el gobierno para atender la crisis migratoria en la frontera sur se han enfocado en la contención y la devolución de personas migrantes, sin importar las agresiones y las violaciones a los derechos humanos. Un gobierno que inició su gestión anunciando una visión humanitaria hacia la migración ahora ha impuesto medidas más estrictas que sus antecesores. La meta es evitar un incremento en los flujos migratorios de Centroamérica hacia Estados Unidos, a fin de evitar un roce o amenazas comerciales con el vecino del norte. Las personas migrantes no son una moneda de cambio ni un trueque; se trata de seres humanos que escapan situaciones críticas de inseguridad, pobreza y crisis en sus lugares de origen. Estas caravanas y grupos que tanto nos asustan como sociedad, están integradas por hombres que han sido perseguidos, madres solteras que buscan mejores oportunidades para sus hijos, menores de edad que son enviados a buscar familiares en el otro lado, ya que es más probable que las autoridades permitan su tránsito e ingreso. Las historias de quienes emprenden esta travesía incluyen desapariciones, trata de personas, violaciones, extorsión, robos, asesinatos y engaños. Quien se tome la molesta de escuchar, se dará cuenta que la migración tiene una voz cantante.



Es cierto, México debe salvaguardar sus fronteras. El gobierno no debe permitir el ingreso y tránsito ilegal por el territorio nacional. Asimismo, hay quienes se incorporan a estos movimientos masivos sin una causa más allá de la búsqueda de un mejor salario. No obstante, entre la protección de la seguridad nacional y el maltrato físico a personas que huyen de situaciones críticas, hay muchos matices donde podría hallarse un punto medio. En espera de los efectos de un mayor número de inversiones y de estrategias de desarrollo social en los países de origen, hay pasos inmediatos que podría ayudar a compaginar la visión humanitaria con el respeto a las leyes mexicanas. Un marco normativo que responda a las necesidades, demografía y causas actuales de la migración es un gran primer paso. Sería conveniente contar con algún tipo de permiso o documento que prevea condiciones para aquellas personas que sólo ven a México como un país de tránsito. Programas sociales y oportunidades laborales para aquéllos que deseen residir en México sería un alivio. Por último, robustecer la colaboración con organismos internacionales dedicados a la migración debería de traer más recursos económicos, administrativos y legales para atender este fenómeno.

No olvidemos que todas las culturas han sido origen, destino y formación de migrantes. El sedentarismo se quedó atrás hace mucho tiempo. El sentido humano desconoce fronteras y nacionalidades. No permanezcamos reacios o inmóviles ante un fenómeno que permanece en movimiento y que es asequible a nuestra esencia.



Antonio Michel