El problema no son los migrantes, el problema es la cultura xenófoba

Departamento Académico de Derecho
Lunes 27 de septiembre de 2021
23:15h

Por: Oscar Reyes Guzmán 

Las cuestiones migratorias han estado presentes a lo largo de toda la historia de la humanidad, las cuales se han visto tremendamente acentuadas por la globalización, propiciando enormes cismas políticos y desigualdades económico-sociales que fuerzan a personas de todo el mundo a salir de su país de origen, en la arriesgada y desesperada búsqueda de mejores oportunidades de vida. Hoy en día es extremadamente difícil (por no decir imposible) desconocer por completo el porqué es que se generan tantos movimientos migratorios, la información está al alcance de la mano de la mayor parte de la población, sin embargo, ¿cómo es que existe una cultura popular de rechazo brutal hacia las personas más desfavorecidas? Si se conoce el problema, ¿por qué no se le ataca de manera adecuada?

Estas preguntas cobran sentido cuando se examina el panorama nacional e internacional de la actualidad y de los últimos años: el reciente maltrato estatal hacia migrantes centroamericanos en Chiapas o las políticas xenófobas de la era Trump son solo dos ejemplos que solo son un reflejo sobre las decisiones que se toman contra personas que no tienen culpa alguna sobre su desesperada situación. Conservando los ya conocidos hechos ocurridos en Chiapas, es necesario y urgente replantear las posturas populares hacia los migrantes, las cuales, son capaces de permear hasta las decisiones ejecutivas, de modo que, al final, también se debe de cambiar la forma en que el gobierno mexicano trata los problemas migratorios.

De acuerdo con un breve artículo publicado por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, en México, hay una serie de mitos fuertemente incrustados en la idiosincrasia de la sociedad mexicana. Seguramente alguna vez hemos escuchado frases como “Son delincuentes”, “No es problema de México”, “Nos quitarán los empleos” o “Es una invasión”, lo cual refleja la profunda desinformación y falta de consciencia ética y social respecto a la situación migratoria. Todo el discurso xenófobo se puede desmentir fácilmente, sin embargo no basta con refutarlo, es necesario entender críticamente la situación. 

Asumir que las caravanas están compuestas por criminales es caer en un estigma generalizador que no refleja la realidad: las personas que la componen son y han sido víctimas de violencia, pobreza extrema y una profunda brecha de desigualdad que genera exclusión social, asumir sin más la criminalidad dentro de los migrantes es negarles su derecho a tener una existencia plena y libre de violencia, abuso e injusticias.

Argumentar que los migrantes invadirán el país y provocarán una falta de empleos competitivos es integrar dos problemas que no tienen ningún fundamento ni correlación: en México, solo el 1% de la población es migrante, todas estas personas no buscan invadir el país para perjudicarlo, se trata de la búsqueda de mejores oportunidades de vida, mismas que se ven negadas en sus países de origen, enfrentándose a situaciones extremas que serían intolerables para cualquier persona dentro del statu quo.

De esta forma, es necesario introducir una forma de justicia imparcial, que comprenda la lotería natural a la que están sometidas las personas que deben migrar para sobrevivir. Es importante que la sociedad en conjunto se informe sobre las verdaderas causas de la migración, estableciendo vínculos de empatía y comunitarismo con los que tal vez, y solo tal vez, se puedan reestructurar los problemas de raíz concernientes a la migración. Es imperativo cambiar.