La esperanza del migrante al alcance de la mano
Por Oscar Reyes Guzmán
Es evidente que el mundo entero está pasando, en estos tiempos tan recientes, por innumerables crisis sociales que fragmentan los derechos humanos de millones de personas. No hace falta presentar aquí la casi infinita cantidad de estudios económicos, sociológicos, políticos e históricos que han tratado de manera implacable el tema del campo de exterminio generado por la desigualdad. Así mismo, estas cámaras de muerte se manifiestan en la migración, donde cada año, cientos de miles de personas de diversas nacionalidades se ven forzadas a abandonar (por diversos motivos) sus lugares de origen para buscar mejores oportunidades de vida en otro país.
Cada día estamos al tanto de la situación migratoria en América, Medio Oriente o Asia, estamos plagados de noticias, artículos y reportajes que nos permiten saber con lujo de detalle cuáles son las causas, las consecuencias y los sufrimientos que implica migrar, sin embargo, existe un sentimiento de neutralidad o evasivo e irresponsable respecto al migrante. Esto se sustenta con los gobiernos de muchos países que fungen como receptores de migrantes mostrándose completamente inflexibles frente al desamparo de tanta gente: pensemos en el trato inhumano dado por parte de la guardia fronteriza estadounidense a los migrantes haitianos – una escena que recreó a la perfección los años del esclavismo norteamericano –, pensemos en el rechazo del Líbano para que los buscadores de asilo sirios puedan acceder al país y vivir con seguridad, pensemos en la xenofobia manifestada por las fuerzas políticas europeas.
Sin embargo, estas y demás actitudes reprobables de gobiernos frente a las crisis migratorias son solo el reflejo del sentir de la sociedad ante la llegada de personas etiquetadas como “los otros”. Es necesario ser realistas, y asumir que existe un sentimiento social general de desapego hacia estas poblaciones desfavorecidas, parece que no se tiene una conciencia sobre lo que significa migrar, y más aún, es altamente probable que todas estas personas que fomentan el rechazo migratorio, no se dan cuenta que ellos mismos son migrantes.
Reflexionemos por un momento, pensemos que no todas las personas nacen bajo las mismas condiciones, que hay poblaciones que padecen muchas desventajas sociales y económicas que les impiden progresar por medios propios, es decir, que nacen bajo criterios naturales que son inalterables. Habiendo asumido esto, podemos generar un sentido de responsabilidad social para con el otro, entenderemos que es no solo deseable sino necesario eliminar estas formas de desigualdad social para que las sociedad como conjunto pueda avanzar hacia un futuro mejor, el cual todos nosotros podemos construir basándonos en ser críticos con nuestro entorno, informándonos y exigir por la búsqueda de soluciones sustentables y que no sirvan a intereses particulares.
Al principio, esto puede sonar como utópico o idealista, pero ¿qué sería del mundo y del humano sin ideales y metas que marcaran la pauta hacia dónde esculpir el camino y el tiempo? De esta forma, no es tan descabellado pensar en que los gobiernos y poblaciones pueden cambiar su postura hacia la migración, si tan solo reflexionaran acerca de dos conceptos: empatía y responsabilidad social. Si todos somos lo suficientemente críticos y sensibles frente a los problemas del otro, seremos capaces de actuar por un bien común donde todos podamos vivir sin cadenas, bajo una equidad que permita el libre desarrollo. Este es tan solo el vestigio de un sueño latente, que tiene todo el potencial para hacerse realidad.