COVID -19: ¿martirio o salvación para las migrantes asiáticas?
Diana Ocampo Estévez
Hoy en día, es sencillo hacer una lista de todos los trabajos y actividades económicas que han sido afectadas por la llegada del COVID-19. Esta recopilación puede ir desde las grandes empresas hasta los pequeños comercios locales. Sin embargo, existen ciertas actividades que son pasadas por alto y son dejadas en el olvido puesto que no entran dentro del rubro de lo legal. Tal es el caso de la prostitución, “un trabajo” que no solo presenta problemas económicos en el exterior sino también un escenario de trata de personas al interior.
De acuerdo con el artículo “No sabemos si sobreviviremos” del canal de noticias CNA en Singapur, las trabajadoras sexuales en Tailandia han sufrido por el cierre de clubes nocturnos, bares y salones de masajes debido a la pandemia. Aquellas luces de neón que simbolizan el único ingreso económico para ellas y sus familias han permanecido apagadas durante meses, ocasionando una situación de completo desamparo. A causa de la naturaleza criminal del trabajo, miles de mujeres son rechazadas para recibir algún tipo de fondo de ayuda por parte del Estado. El portal de noticias menciona el caso de Surang Janyam, una empelada sexual tailandesa, que durante 15 años ha demandado que su trabajo se legalice, pues así tendría acceso a los beneficios de la seguridad social. Tal parece ser que la situación para las tailandesas se refleja en un escenario crudo y desafiante; sin embargo, ¿será el mismo caso para las mujeres migrantes que han caído en estas redes de prostitución y trata de personas? ¿Acaso el cierre de estos lugares de explotación y servidumbre no reflejaría una salida de escape para las miles de migrantes que se encuentran esclavas de este tipo de actividad?
En primer lugar, hace falta recordar que una de las principales razones del porque tanto hombres como mujeres deciden migrar es para encontrar un mejor nivel de vida con ingresos más elevados que los que tendrían en su país de origen. Segundo, las mujeres migrantes son doblemente victimizadas, ya que al necesitar de un sustento económico, es posible que caigan fácilmente en redes de trata de personas con fines de explotación sexual. Tercero, el cierre de lugares o sitios públicos donde se practica abiertamente el trabajo sexual, no se traduce completamente en un alto total a la explotación sexual. De acuerdo con la organización internacional Save the Chidren, la pandemia ha aumentado el riesgo de trata para un gran número de víctimas jóvenes, puesto que los traficantes se han trasladado de las calles a la web. La ONG asegura que “la tecnología ha ampliado la capacidad de las redes delictivas, tanto en los países de origen como en los de tránsito y destino”. A través de la tecnología, pueden usar comunicaciones cifradas, evitar la interacción directa con las víctimas reclutadas, evitar encontrarse con la policía y tener acceso a aplicaciones basadas en GPS.
Por este hecho, es posible pensar que la llegada del COVID-19 ha dificultado aún más la situación para las migrantes asiáticas víctimas de explotación sexual. La suspensión de locales y edificios de prostitución no solo ha cortado con su fuente de ingresos sino que las ha vuelto más vulnerables para caer en un sitio de esclavitud indetectable y de fácil acceso: la web.
Fuente
Promchertchoo, Pichayada, 'We don't know if we'll survive': Thailand sex workers left struggling as COVID-19 lockdown drags on, disponible en https://www.channelnewsasia.com/asia/thailand-covid-19-sex-workers-jobless-starving-2108501 (consulta: 13 de septiembre de 2021)
Save the Children, Covid-19 crisis has pushed child traffickers online and out of sight – save the children, disponible en https://www.savethechildren.net/news/covid-19-crisis-has-pushed-child-traffickers-online-and-out-sight-%E2%80%93-save-children (consulta: 13 de septiembre de 2021